Quiero llamar la atención sobre las dos facetas empleadas por el gobierno de los Estados Unidos en sus planes de dominación de la región sur y centroamericana, uno de cuyos mecanismos es el Plan Colombia para estructurar una base como punta de lanza del proceso de penetración en Suramérica.
La faceta de carácter abierto y público se ejecuta a plena luz del día, como es el caso de la presencia de asesores militares en territorio colombiano, la fumigación de cultivos en zonas geoestratégicas y la injerencia en las estructuras del poder judicial, para citar solo algunos ejemplos ampliamente conocidos y debatidos.
La otra es de carácter encubierto que, al no ser evidente a primera vista, permite socavar con facilidad toda resistencia nacional, haciendo más peligrosas aún, si se quiere, esas maniobras de penetración.
Estas tácticas encubiertas tienen su campo de cultivo en la cultura y en las actividades económicas estratégicas soterradas. De estos temas se han ocupado los diferentes ensayos titulados Santa Fe[1], que han servido para diseñar tácticas de aplicación de la Doctrina Monroe, orientando las metas de su ejecutor más destacado, el General George Marshall, impulsor de la OEA.
Antecedentes
A lo largo de la historia universal las naciones imperiales han delimitado geográficamente el alcance de su dominio para afianzar su poder. A nosotros los latinoamericanos nos ha correspondido, después de la gesta libertadora, vernos sometidos al imperio norteamericano.
Entender la dinámica de esta empresa nos permite captar lo que hoy está sucediendo y nos capacita para enfrentar adecuadamente la lucha contra el avance imperialista.
Hagamos, entonces, un poco de historia.
La llamada Doctrina Monroe, que hace su aparición en el siglo XIX con la teoría de “Las Dos Esferas”, delimita el poder colonial excluyendo toda posible influencia de Europa sobre el continente americano. Se habla entonces de América para los americanos, cuando de lo que se trata es de concebir a América para los norteamericanos.
Esta doctrina se verá reforzada por las políticas de posguerra cuando en 1947 el General Marshall, con el propósito de impedir la influencia soviética sobre la América Latina y habiendo delineado ya para Europa occidental el proyecto anticomunista llamado Plan Marshall, promueve para abril de 1948 la IX Conferencia Panamericana en Bogotá para crear la OEA, con el artero argumento de “defender la democracia”, eufemismo que encubre la voluntad de dominio político-económico norteamericano.
Para aquel momento la opinión latinoamericana no era favorable a Marshall debido a que los Estados Unidos no estaban aportando dineros a América Latina, como sí lo estaban haciendo a Europa en el marco del llamado Plan Marshall.
Calcularon entonces que el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán tendría como resultado una gigantesca explosión popular. Así, impactarían emocionalmente a los renuentes a crear la OEA Era lo que necesitaban para convencer a los delegados de la IX Conferencia Panamericana de las bondades de la creación de la OEA.
El magnicidio de mi padre lo realizó la CIA en conjunto con el gobierno colombiano, complot al que llamaron “Operación Pantomima”, puesto en obra y coordinado por los agentes Thomas Elliot y John Mepples Spirito, por el lado norteamericano y el Coronel Virgilio Barco, director de la Policía Nacional, por el lado colombiano. Esto sucedió el 9 de abril de 1948 y la OEA fue creada el 30 de ese mismo mes cuando la sublevación popular pudo ser apaciaguada y cuando acabaron con el último bastión de resistencia que protagonizó mi madre, a quien quiero que, con ocasión de este 8 de marzo día internacional de la mujer, le rindamos homenaje, ya que ella, teniendo tan sólo 34 años, tuvo la lucidez y el coraje de hacer embalsamar el cuerpo de mi padre para que permaneciera en cámara ardiente en nuestra casa hasta que cayera el gobierno de Ospina Pérez, a quien sindicaba como autor intelectual del crimen.
Para romper la rebeldía de mi madre el presidente Ospina, aconsejado por el recién nombrado Ministro de Gobierno, el liberal Darío Echandía, expidió un decreto de supuestos honores que nos expropiaba nuestra casa, la declaraba Monumento Nacional, ordenando que enterraran a mi padre en la sala donde lo estábamos velando.
Así terminaron con el último bastión de resistencia antigubernamental y pudieron entonces reunirse para crear el 30 de abril, 21 días después del asesinato de mi padre, la OEA como muralla de contención a los procesos revolucionarios de Nuestramérica.
La OEA recogerá en su esencia la doctrina Monroe, la cual adquirirá un carácter abiertamente anticomunista cuando la OEA la asumirá como propia al aprobar en 1954 la Declaración de Caracas que señala que: "La dominación o el control de las instituciones políticas de cualquier Estado del continente americano por el movimiento comunista internacional, que extienda a este Hemisferio el sistema político de un poder extracontinental, constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los Estados americanos, poniendo en peligro la paz del continente, y exigiría la realización de una reunión de consulta para considerar la adopción de una acción apropiada de acuerdo con los tratados existentes".
Es decir, que la OEA asume el papel de luchar por lo que ellos llaman “democracia”, o sea el predominio de las oligarquías, el imperialismo y el capitalismo y contra el denominado por ellos “comunismo”, como llamaban a todo aquel que luchara por la independencia y autodeterminación de los pueblos de Nuestramérica. Porque, darle una connotación ideológica determinada a las palabras, a fin de canalizar las acciones de los hombres hacia propósitos no confesables, hace parte de los campos de batalla intangibles y de sus tanques blindados “virtuales”. En este caso concreto, el de las palabras, que es el campo que me he permitido bautizar como “batalla psicolinguística”.
Cada década trae su afán
En la década de los 50 hablarán claramente de que la OEA es la herramienta requerida para impedir la penetración comunista.
En la década de los 60 aparecerán los “cuerpos de paz” que desarrollarán las tácticas propuestas en los documentos que plasman las estrategias de los campos de batalla intangibles. Estas estrategias subliminales son:
a) La manipulación de la cultura
b) Las tácticas políticas disfrazadas de izquierdistas y
c) Los proyectos económicos paraestratégicos
En la década de los 70 y los 80 se desarrollará lo que ya venía en proceso.
En la década de los 90 el mismo propósito imperialista nos lo presentarán bajo el empaque del Plan Colombia.
Resultados del Plan Colombia
Así como existen dos facetas en las tácticas de penetración imperialista, también existen dos clases de resultados: los concretos y los subliminales.
Resultados concretos y visibles
El Plan Colombia nació con el mote “plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del estado”, teniendo como pretexto central la erradicación del narcotráfico, argumentando que eliminarlo tendría como efecto acabar con las fuentes de financiamiento de la guerrilla, con lo cual se lograría la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado Pero, si nos atenemos a los datos suministrados por el gobierno, vemos durante todo el desarrollo del Plan Colombia, que se inicia en 1998, que las extensiones territoriales ocupadas por la amapola y la coca no han disminuido, Las fumigaciones han producido un desplazamiento de las zonas de cultivo, dando como resultado una depredadora tala forestal que ha llegado, incluso, a los parques naturales y a la reserva amazónica. Por lo tanto, el primer efecto de las fumigaciones no ha sido disminuir la producción de narcóticos sino afectar las reservas forestales.
El consumo de drogas que provienen de Colombia tampoco han disminuido en el mercado internacional, hasta el punto de que el propio George Bush tuvo que admitirle a CNN, antes de su viaje a Colombia, que se requiere desarrollar políticas para limitar el consumo de drogas que ha venido creciendo en los Estados Unidos.
Más grave aún, las fumigaciones han incidido fuertemente en el grave fenómeno migratorio que padece Colombia. Como no sólo destruyen los cultivos ilícitos sino que afectan las siembras de pancoger, los campesinos se han visto obligados a migrar a los centros poblados en busca de medios de subsistencia, pero las altas tazas de desempleo de los centros urbanos los han mantenido en la indigencia, acrecentando las capas de población que viven por debajo del nivel de estricta subsistencia.
La prometida meta de prosperidad que señalaba el plan tampoco se ha logrado. La verdad incontrovertible es que los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
En cuanto al fortalecimiento del Estado, nos basta revisar el fenómeno de la “parapolítica” para constatar que lo que se ha fortalecido es el PARAESTADO y no el Estado social de derecho y que ese fenómeno de acaparamiento del poder por parte de los paramilitares, se ha construido con base en la más cruenta violencia, el desalojo de los campesinos de sus tierras y la persecución, amedrentamiento y asesinato de los líderes y militantes de las fuerzas sociales, nutriéndose del narcotráfico, del control de los juegos de azar, de las empresas comerciales de salud y de proyectos geoestratégicos, como la cooperativa lechera Colanta, que adquiere tierras para producir la división del territorio colombiano y crear un muro de contención con el Ecuador, tal como lo vemos en el mapa que aquí reproducimos.
Resultados subliminales
Uno de los elementos que requirió el Plan Colombia fue contar en sus inicios con un presidente de Colombia que tuviera la capacidad de movilizar la voluntad de la guerrilla para, supuestamente, promover un proceso de paz. Así sucedió con la elección presidencial en la que venció el candidato adecuado para tal maniobra, el señor Andrés Pastrana, frente a quien la guerrilla de las FARC se dejó manosear para protagonizar un vistoso escenario que, se suponía, debía conducir a un proceso de paz.
Pero el trasfondo y la intención eran distintos. Toda la comedia se armó para presentarle al país una guerrilla “faltona”, como se dice en el argot popular colombiano. La gente pudo conocer cómo lucían los guerrilleros, a quienes los medios los provocaron para que se mostraran vulgares y agresivos ante las pantallas de televisión. Se adelantó un montaje premeditado y sistemático para demostrar que la guerrilla no tenía voluntad de paz. A partir de entonces la opinión pública contó con la información recibida que le hizo rechazar a la guerrilla.
La presidencia de Pastrana logró su objetivo – que no era llegar a un proceso de paz – sino a desacreditar la imagen de la guerrilla en el imaginario popular. Talvez no se trató de una acción conciente de su parte, pero ése fue el resultado logrado.
Mientras el embajador norteamericano se dedicaba a insistir en el término de “narcoguerrilla”, los medios de comunicación mostraban a unos comandantes guerrilleros que no aceptaban la mano extendida que aparentemente les tendía el establecimiento. Todo estaba preparado para que el supuesto fracaso de las conversaciones de paz le diera entrada en escena a una nueva figura, esta vez de mano fuerte, ante la supuesta “falta de voluntad” de la guerrilla para alcanzar la paz y, por ahí mismo, abrirle paso a la falsa desmovilización paramilitar, que resultó no ser otra cosa que el “blanqueo” de las fortunas mal habidas de los paramilitares y la legalización de la impunidad con leyes que les rebajan las penas a esos delincuentes hasta límites irrisorios que no se compadecen con los horrendos crímenes cometidos.
La cultura y el Plan Colombia
Estas maniobras subrepticias que han manejado a la opinión pública, han venido acompañadas del propósito de forjar una cultura y un imaginario colectivos aptos para el sometimiento al imperio, porque lo primero que hacen los conquistadores, los invasores y los dominadores es borrar la cultura de los pueblos a invadir, destruyendo sus valores culturales y haciendo desaparecer la memoria histórica popular.
Bien sabido es que, a nivel mundial, los tres teóricos fundamentales que analizaron el papel de la cultura en la lucha política fueron Gramsci, Franz Fanon y Jorge Eliécer Gaitán, siendo los tres revolucionarios y militantes políticos de izquierda. El primero lo hizo como europeo, el segundo como africano y el tercero como latinoamericano. Los tres desarrollaron sus teorías – y su práctica de lucha - en las seis primeras décadas del siglo XX, pero después no han tenido sucesores en el campo revolucionario para tomar en cuenta el tema de la cultura como campo de batalla político. Sólo posteriormente, los norteamericanos se han ocupado del tema en forma intensa y sistemática, y, obviamente, con objetivos antagónicos.
No nos referimos aquí a la cultura definida como vagos conocimientos académicos o decorativos. No. Es la cultura vista como herramienta con la cual percibimos y construimos realidad. Se trata de la cultura definida, como lo hiciera Jorge Eliécer Gaitán diciendo: “la cultura es el repertorio de convicciones que rige realmente la vida de un pueblo”. Es decir, que es la cultura la que en definitiva nos gobierna y no, como pareciera serlo, las estructuras de poder, sus instituciones y sus leyes.
Franz Fanon y Jorge Eliécer Gaitán se acercaron a la cultura a través de sus profundos conocimientos en el campo de la psiquiatría. El primero, Fanon, era precisamente psiquiatra, además de teórico político y Jorge Eliécer Gaitán realizó sistemáticos estudios de psiquiatría como herramienta fundamental al servicio de su disciplina de penalista, conocimientos que trasvasó al campo de la política.
Fanon fue un psiquiatra-político. Gaitán un penalista-político. Gramsci estudió literatura en la universidad, pero su agitada vida de activista no le permitió adentrarse en el tema que es hermano de la cultura: la psiquiatría; por lo cual su visión sobre la cultura enfatiza el aspecto racional de ésta, más que el carácter emocional y subconsciente.
Este profundo conocimiento del subconsciente de que disponían Fanón y Gaitán, situó ambas visiones de la cultura en dimensiones psiquiátricas que les permitió edificar teorías políticas donde el centro de reflexión y de acción tuvo como eje la cultura y el subconsciente. Es ahí donde también hacen énfasis los norteamericanos en sus tácticas de lucha en el campo de la cultura.
Es ese instrumento utilizado como herramienta de sometimiento al que quiero referirme para ponerlo a la luz, desenmascararlo y captar, como lo hicieran Gramsci, Fanón y Gaitán, la importancia que tiene la cultura como campo de batalla en el enfrentamiento contra la penetración, lo que en la hora de ahora significa desenmascarar los campos de batalla intangibles del Plan Colombia.
Pero ¿qué nos mostraron en el acto que el pasado domingo 11 de este mes se realizó en el palacio presidencial de Bogotá, donde intervinieron Bush y Uribe? Indignados vimos que el marco de fondo que acompañaba a los dos presidentes era la efigie del Libertador. No se trató simplemente de un gesto herético, sino de un acto premeditado y sopesado, parte integral de la faceta oculta del Plan Colombia, que busca cooptar la figura guerrera de Bolívar, cuya espada revolucionaria marcha por nuestra América Latina, para convertirlo, como nos advertía Lenin, en un icono inofensivo. Es una de las muchas maniobras subrepticias del Plan Colombia, que arranca de las recomendaciones del documento Santa Fe II, que ha guiado el trabajo de zapa para penetrar en la cultura del pueblo latinoamericano cuya columna vertebral es su historia, a fin de conquistar el alma de nuestros pueblos, que es la manera más artera y eficaz para dominarnos.
Este gesto ladino me obliga a insistir en el hecho de que debemos ocuparnos con intensidad y gran preocupación por los campos de batalla intangibles del Plan Colombia. Debemos estar alertas sobre el interés que tienen en acaparar la historia para acomodarla a sus intereses imperialistas y oligarcas. No debemos olvidar a Bolívar cuando dijo con sabiduría: “Más importante es conocer nuestro pasado y nuestra realidad social que copiar el Código de Leyes de Washington”.
Debemos estar alertas para dar la pelea en el campo de mantener viva la auténtica y verdadera historia revolucionaria de Latinoamérica. No debemos preocuparnos únicamente por el daño que nos hacen las fumigaciones a los cultivos no ilícitos y a la salud de la gente, sino que también debemos ponerle el mismo interés y énfasis al gusano roedor que penetra la cultura, nos roba nuestra historia y nuestra identidad, haciéndonos débiles y fácil presa del imperialismo.
Lo grave, lo terriblemente grave, es que subestimemos este campo de batalla cuando el imperialismo y la oligarquía le prestan inmensa atención, no sólo para Latinoamérica sino para el mundo. ¿Acaso lo primero que propiciaron los Estados Unidos al invadir a Irak no fue el saqueo al Museo de Bagdad? No fue un hecho casual. Se trataba de comenzar por lo esencial: destruir la cultura del pueblo iraquí para debilitarlo. A este propósito quiero citar a mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, cuando nos dijo: “los hombres que hemos cruzado universidades sabemos que el hombre es como las plantas, que la planta da frutos y flores no por la planta misma, sino por el surco y la tierra donde ha prendido y que el hombre y un pueblo no pueden ser grandes y fuertes sino en razón de las tumbas donde tienen el alimento para su futuro”.
No en vano el periódico El Universal de Caracas el 24 de julio del 2003 publicó un artículo en su página cultural donde se lee: “Rescatemos a Bolívar, enterremos a Bolívar”.
Es que, como bien lo dijo George Orwell: “Quien controla el pasado controla el presente;
quien controla el presente, controla el futuro”.
Enterrar a Gaitán
Un caso que nos atañe de cerca de mí y a mi familia ha sido el propósito del gobierno de Álvaro Uribe, siguiendo los lineamientos del Plan Colombia en cuanto a la historia como variable integral de la cultura, de enterrar la memoria de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán. El Consejero de Paz, que ha promovido la llamada Ley de Justicia y Paz para aplicar, con un marco jurídico, la impunidad de los paramilitares y legalizarles los bienes, escribió con destino a su peculiar proyecto de pacificación del país, que se inspira en el documento Santa Fe II, un ensayo titulado La Sangre de Gaitán, donde plantea textualmente que, así nos califiquen de herejes, debemos sepultar para siempre la memoria de Jorge Eliécer Gaitán.
La teoría de marras fue secundada con carta pública por los paramilitares y Alvaro Uribe, haciéndose eco de la propuesta de su consejero, expulsó a los partidarios de Gaitán de la dirección del Instituto que llevaba su nombre, para honrar su memoria y difundir su ideario revolucionario y antiimperialista, y la Casa-Museo Jorge Eliécer Gaitán, que funcionaba como dependencia del Instituto, le fue entregado a sus adversarios ideológicos para convertirlo, como ya sabemos que lo decía Lenin, en un “icono inofensivo”. Ordenaron quemar las cartas de amor que se cruzaron mi mamá y mi papá, de un gran valor literario y político, que yo guardaba en mi oficina a la que nunca me permitieron acceso, razón por la cual me incautaron mi archivo personal y le donaron la totalidad de mi biblioteca personal a la Biblioteca Luis Angel Arango, en un hecho ilegal que es materia de demanda judicial. Pero también ordenaron la quema de todas las películas del 9 de abril de 1948, fecha paradigmática de la historia colombiana, como puede verse en la fotocopia adjunta que hace parte de los documentos expedidos por el liquidador del Instituto Gaitán nombrado por Alvaro Uribe.
El documento dice “para destruir” en el renglón donde figura: cassetes VHS 9 de abril
Campaña de rescate
Rescatar la Casa-Museo para que esté en manos de los partidarios de Gaitán y del proyecto revolucionario por el cual entregó sus desvelos, su lucha y su vida, es la tarea que los gaitanistas nos hemos propuesto, teniendo conciencia de que en esta batalla nos estamos enfrentando al campo más sutil y más peligroso, por soterrado que es, del Plan Colombia, táctica que a lo largo de la historia universal. han utilizado con eficacia las fuerzas colonialistas e imperialistas para avasallar a otros pueblos.
Recordemos, por ejemplo, la penetración española a nuestros territorios cuando los “guerreros armados” llegaban acompañados de los guerreros aparentemente sin armas, pero que penetraban con el arma más letal de todas, la de la cultura. Se trataba de aquellos sacerdotes que venían a imponerles a nuestros antepasados una nueva religión para someterlos culturalmente. Por ello, sobre los templos de adoración al sol levantaban iglesias católicas, como sucedió con el Qoscocha en el Cuzco y que ahora sucede en la Casa-Museo Gaitán: sobre un Monumento Nacional que venía siendo templo de la historia popular, los nuevos conquistadores – ya no sacerdotes sino académicos – están levantando un templo para adoración de la
historia oficial, oligárquica y de sometimiento a las políticas neoliberales e imperialistas, cuya ventaja es que, ante el imaginario colectivo, o sea, la opinión pública, los académicos están “libres de toda sospecha”, como anteriormente los sacerdotes.
Quiero hacer una propuesta aquí, que está al alcance de nuestras manos. Es necesario preparar una legislación y hacerle lobby para que sea aprobada por la UNESCO, el Convenio Andrés Bello y los parlamentos de cada uno de los países de Nuestramérica, donde se considere el legado histórico bajo los mismos parámetros de protección ideológica que cualquier otra obra cultural. Donde se ha de respetar la esencia del legado ideológico, frenando las falsificaciones y adulteraciones al respectivo ideario, como se hace con cualquier obra o producción de carácter creativo, científico y artístico.
Quiero dar un ejemplo que, por absurdo, no deja de ser preocupante. Si un día son los exilados cubanos en Miami quienes, para infortunio de la humanidad, derrocaran el gobierno revolucionario de Cuba ¿tendrían derecho de apropiarse de la Casa del Che Guevara por ser propiedad del Estado para darle la orientación que ellos a bien tengan, convirtiendo al Che simplemente en ese icono comercial que hemos visto regado por el mundo y que tanta desesperación y motivo de batalla ha implicado para su viuda, Aleida March, tal como ella y yo lo conversamos un día en La Habana? Pero esa Casa-Museo la maneja Aleida y su orientación es acorde con el ideario del Che, cosa muy distinta de lo que sucede con la Casa-Museo Jorge Eliécer Gaitán, donde a mis hijas y a mí nos vedaron la entrada impidiéndonos, incluso, rendirle homenaje en su tumba, ya que hasta ella nos está prohibido acercarnos, estando su manejo bajo el control de quienes profesan ideas antagónicas a las revolucionarias del líder popular, acomodando su imagen al interés de Álvaro Uribe y, por lo tanto de Bush, en concordancia con el Plan Colombia.
¿Qué pasaría si un día regresaran los pinochetistas al poder en Chile y le arrebataran a los allendistas su Casa-Museo? ¿Qué pasaría si en Venezuela la casa natal de Bolívar cae en manos de la oligarquía, como en Colombia intenta Uribe Vélez hacerlo con la Quinta de Bolívar y la Quinta de San Pedro Alejandrino?
Hay que legislar a nivel de los entes internacionales, como la UNESCO y el Convenio Andrés Bello. Hay que tomar medidas en los parlamentos locales para impedir la piratería ideológica con la historia de América Latina. Es una tarea que está a nuestro alcance y que, para quienes compartimos la importancia que Gramsci, Fanón y Gaitán le dieran a la cultura como campo de batalla de la lucha de clases, representa cerrarle el paso a la toma de una herramienta fundamental para mantener nuestra independencia y lograr la liberación de toda Nuestramérica.
Por último, quiero terminar con una frase de Mateo el evangelista para quienes creen que a nuestros líderes los matan pero luego no asesinan sus ideas y que sólo nos matan con la fumigación de tierras. Dice Mateo (10:28): “…no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar: temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma”.
Quito, marzo de 2007
[1] Ver: http://www.geocities.com/proyectoemancipacion/documentossantafe/documentos_santa_fe.htm
[i] Resumen de la ponencia elaborada para el encuentro internacional de mujeres Guadalupe Larriva González “POR NUESTRO DERECHO A VIVIR EN PAZ” en el marco del 8 de marzo, día internacional de la mujer, organizado por la Asociación de Mujeres “Nela Martínez”. Quito, marzo 15 y 16 de 2007.